jueves, 28 de diciembre de 2017

No te veo.

La noche arropa el calor que guardo para ti.
Son muchos los sorbos que he tomado,
y paso a paso, a la vez que consumo el aliento
 que la tierra me ha dado y drena mi espíritu desaliñado
a la vez que me expande al firmamento.

No te veo, por más que te busco
no te veo, sostengo la copa con arrogancia
y busco un culpable, miro atrás con añoranza,
dejo la copa con rabia y me mantengo sereno tomando un poco del santo fruto
que a cambio toma mi vida por cada bocado que quemo.
No te veo.

La pequeña llama a la puerta, no la veía,
¿Dónde estaría? Fuera, esperando a que la abriera,
rascando hasta dejar cicatriz en el muro de la empatía,
la noche era fría y me arropaba el manto que veía
como el más oscuro que existía.
¡Cuánto me equivocaba! Me decía, esta misma noche que no existiría
si estuvieras aquí. Estoy con nuestra pequeña en mis brazos y se muestra
tan serena y tan inquieta como esta noche y yo.
No te veo.

Y por más que me digas que siempre estás, que me cuidas,
que me mimas, que me sientes como si nuestras almas se rozaran y
vibraran al unísono como una orquesta perfecta donde sólo necesitamos
que Orfeo no mire hacia atrás y confíe en el solo de Eurídice sin mirarla a lo
largo de todo el concierto.
Quizá por eso, no te veo.

No te veo porque si miro atrás para hacerlo, Hades te llevará de vuelta y
no habrá vuelta atrás, todos nuestros avances habrán sido en vano y cada salto
que hayamos dado se desvanecerán en el aire como palabras sin significado.
Prefiero estar sin verte un tiempo aunque se haga eterno a tener que decirte adiós
para siempre. Y cada letra que escribo en esta mugrienta servilleta de bar
la hace más parecida a mí, pues al igual que ella, tú escribiste en mí cada
verso y es por eso que te siento.
Pero no te veo.

jueves, 21 de enero de 2016

Déjame entrar.

Todo estaba oscuro, la noche reinaba el bosque en el que me perdí desde hace un tiempo, casi una eternidad. En el cielo no había estrella alguna, o al menos, yo no las podía ver.
Hacía frío, cada vez más. Una capa de hielo y nieve había cubierto lo que antes era una tierra fértil, cubierta de plantas. Los árboles se habían congelado, tanto que parecían de cristal.

A veces, cuando recordaba lo que este gélido desierto fue tiempo atrás, mi vista se nublaba y se empapaban mis ojos. Acabé ciego, pues el frío había congelado mis lágrimas formando unas lentes de escarcha. 

Una vez, sumido en mi desesperación, comencé a correr. Las piedras de granizo me golpeaban y parecía que crecían más y más conforme pasaba el tiempo. Entonces, me encontraste.


Desperté en una cómoda cama desconocida y con tremendo dolor de cabeza. Había chocado con tu puerta esa noche y tú me habías recogido y sanado las heridas.

Aún con los ojos cerrados y envuelto en sábanas mantas escuché tu voz: « ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? » Entonces acariciaste mi mejilla y apartaste mi cabello: «Estás a salvo. Vamos, abre los ojos. » Te intenté explicar que no serviría de nada abrirlos, era ciego, el frío hielo que cubría mis retinas me impedía ver. Me ofreciste una taza caliente y dijiste que estaba equivocado, que desde hace unos días las temperaturas parecían haber aumentado y quizás mis lentes ya se habrían derretido. Quise creerte, pero no podía, aquello era imposible, el mundo había llegado a su fin, tal y como predije, y no había vuelta atrás.
Entonces, trajiste un bol con agua caliente y una toalla limpia y me preguntaste si quería volver a ver, a lo que respondí SÍ rotundamente. Me advertiste de que me podría doler, pero si quería volver a ver la luz del día, esta era la mejor opción...

Tras largas sesiones de cura, llegó el momento. Cerraste todas las ventanas y apagaste todas las luces, me quitaste las vendas... « Si hay algún problema, no te preocupes, yo estoy aquí. » Lo pensé por un momento, tenía miedo de abrir los ojos y seguir ciego, pero finalmente me decidí.

Abrí los ojos, al principio, todo oscuro. Más tarde, formas, siluetas... Tonalidades oscuras. Encendiste una vela, ya podía ver algunos colores con mayor claridad, aún seguía todo oscuro. Encendiste las lámparas de aceite y entonces te vi.

Ahí estabas, hechizándome sin querer con sólo mirarme. « ¿Cómo te sientes? » Mejor que nunca, jamás había tenido tan agradable despertar. Al menos, no lo recuerdo.

Las ventanas, iluminadas por la luz del exterior, dejaban paso al amanecer, que se posaba levemente sobre la superficie de la habitación. La eterna y fría noche había cesado, y yo al fin había despertado.


El interior, aunque viejo y desgastado, me resultó sorprendentemente acogedor.

No solías recoger a extraños, el último que vino dejó todo patas arriba y no eras capaz de volver a ordenarlo todo tal y como estaba. No podías confiar en los extraños. Aún así, me ayudaste.
Y qué decir del miedo que tienes a salir de tu morada y salir a explorar ese lugar frío y oscuro más allá de la puerta, el exterior.
Dejaste que las zarzas crecieran alrededor de tu hogar para que impidieran la entrada del peligro, tanto que algunas se habían colado a través de las paredes y si tenías que apoyarte, te lastimaban. Tampoco quedaba ni rastro de las rosas.

Decidí ayudarte, no merecías vivir así. Tú me ayudaste antes así que ahora era mi turno de al menos, intentarlo. Al principio lo hacía mientras dormías, para no despertarte. Más tarde dejé que vieras cómo intentaba reparar lo roto y ordenar lo que quedaba.

Encontré muchos trastos, cachivaches, todo tipo de objetos enterrados, escondidos, o tirados de cualquier manera. Al principio no supe qué hacer con todo esto, no soy mecánico ni se me da bien reparar, pero lo hice lo mejor que pude y no salió tan mal.


Ya ha pasado un tiempo, amueblé la casa y logré despejar los muros de zarzas, dejando algunas rosas a la vista. Incluso tengo una habitación en tu hogar, un espacio sólo para mí que hiciste para que me quedara. 

Desde que ambos despertamos, las noches ya no son tan frías, a veces podemos ver las estrellas y si abrimos las ventanas sopla una leve brisa que nos invita a salir.
Lo llevo un tiempo pensando. Todo lo que queda aquí forma parte del pasado, habría que dejarlo ir, buscar un hogar al que podamos llamar nuestro. En las noches frías que nos pudiéramos encontrar en el camino, podríamos apretar nuestros cuerpos para calmar el deseo que sienten de abrazarse, y a cambio, nos proporcionarían el calor que necesitamos para seguir adelante.
Pero aún te aferras a él... Aún no estás preparada, no eres capaz de salir ahí fuera y combatir el miedo que te da no encontrar nada, perderte y no poder volver... Y lo entiendo.
Está bien, no importa, aquí no se está tan mal, no me molesta ser un inquilino sin alquiler en un hogar no extraño, pero tampoco suyo.


Hace tiempo me regalaste la llave que abre tu pecho, donde se encuentra una caja difícil de arreglar, y lo más valioso que conservas. La verdad es que no soy un experto, pero juraría que una caja tan grande pudiera caber en un cuerpo tan pequeño y frágil como el tuyo.

He de ir con cuidado, si cometo un fallo puedo causar un destrozo irreparable... Pero por ahora, todo va bien. Conseguí extraer la escarcha que residía en la superficie de tu caja y conseguí hacer que los engranajes volvieran a funcionar, pero algo se me escapaba.

Ah, por cierto... Te he visto llover. Caer y deslizarte por el suelo, evaporarte con el calor que aún emana de ti y esconderte en esa caja tuya...Pero al abrirla, no te encontraba allí. Finalmente lo descubrí.

Se trata de una zona a la que aún no puedo llegar, donde se esconde todo aquello que, de ser reparado te permitiría salir sin miedo a ser congelado.
Sé que no soy mecánico ni relojero. No tengo ni idea de engranajes y el "Tic Tac" que suena cuando escucho dentro de ti; pero hace tiempo que quiero enseñarte la primavera, y para ello necesito pedirte un favor.

Estoy seguro de que dentro de tu cajita hay engranajes sueltos que me quedan por descubrir y reparar, y que la mayoría de ellos se encuentran donde aún no puedo entrar.

Estoy seguro de que podría fabricar unas alas para ti y para mí, con las que volar lejos de aquí y buscar un hogar. Quiero que dejes de ser inalcanzable, que dejes de llover y de evaporarte.
Necesito arreglarte y es por eso que te pido que me des el poder de destruir y arreglarlo todo. Tener acceso a la parte más recóndita y delicada de ti, poder reparar o destrozarlo todo con una simple vuelta de tuerca. Sólo tienes que confiar en que todo va a ir bien, porque te lo he prometido. Sólo puedo arreglarte si dejas todo en mis manos. Por eso, te lo pido una vez más: Por favor...

Déjame entrar.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Quién pudiera.

Quién pudiera ser brisa y acariciar tu rostro y tu cabello todas las mañanas.
Quién pudiera ser frío hielo y derretirse por el calor de tus labios y una vez vuelto agua, ser bebido para recorrer todo tu cuerpo hasta caer en lo más profundo de ti.

Quizás una parte de mí pudiera evaporarse y convertirse en una leve neblina que te cuide en las noches más húmedas.
Quién pudiera ser tus sábanas y arroparte cada noche y esperar cada mañana a tu regreso. 

Quién pudiera ser el aire que respiras y que tu existencia no sea sin mí.
Quién pudiera ser la lluvia que cala en tus huesos y penetrar en tu alma por la nostalgia de esas mañanas en las que la escarcha cubrían tus pestañas y tu brazo se volvía de color escarlata.

Ah, quién pudiera siquiera aproximarse a ti tanto como para escuchar tu respiración y los latidos de un corazón que siguiera funcionando gracias a mí.

Quién pudiera.

lunes, 16 de febrero de 2015

Sentir que existes.

Y sentir el cálido latido de tu corazón en contraste a tu gélido aliento. Sentirme dueño de tu satisfacción y entregarte la mía. 
Sentir la mirada fija de los seres de la noche, que nos observan en silencio a través de la vitrina abierta de par en par, bajo la envidiosa luz de la luna y las estrellas.
El cielo esta libre, despejado, desnudo como mi alma cuando la tocas sin tan siquiera estar a mi lado.
Preso de tus latidos, de tus caricias, de tus gemidos, de tu presencia y de tu propia existencia.
Celoso del suelo que pisas, el aire que respiras, todo aquello en lo que posas tu atenta y curiosa mirada.
Sentir tu cabello enredado entre mis dedos, que el puente de tu espalda me lleve hasta el cielo de tu boca. Que tus curvas sean las más peligrosas, tanto como para provocar mi muerte por éxtasis cada vez que paso por ellas.
Vivir de noche con tu exclusiva y traviesa compañía.
Sentirme realizado y ser capaz de realizarte.
Sentirme vivo aún cuando todos mueran y seguir despierto contigo cuando todos duermen.
Quiero sentir todo esto y más, pero lo más importante de todo es sentirte a ti, sentir que todo esto es real, sentir que no me lo invento.
Sentir que, al menos en algún lugar o en algún tiempo, realmente existes más allá de mi cabeza.  

sábado, 7 de febrero de 2015

El camino de las sombras: Una puerta, un camino.

Mi sombra y yo anduvimos caminando mucho tiempo en aquellos paisajes repetitivos y vacíos como aquellos programas que solían repetir en varias cadenas de televisión, con un presentador diferente pero con el mismo contenido.
Finalmente llegamos a un faro encendido en mitad de la nada, iluminaba un mar negro sin vida y se encontraba alzado sobre un acantilado de rocas agudas que deseaban destrozar lo primero que cayera en ellas.
Logramos acercarnos lo suficiente al puerto como para divisar un ferry que parecía estar a punto de zarpar.
No había ningún tipo de revisor por lo que nada me impedía entrar y dejarme llevar por la corriente, o en este caso, por la dirección ese navío.
Su interior parecía acogedor, confortable. Al menos había luz, y no era tenue como la que me proporcionaba la luna en aquella eterna noche mientras estuve fuera, no.
Era lo más  parecido a la luz del sol, pese a ser artificial, por fin pude presenciar un color distinto al gris de mi respiración.
Pero no estaba solo allí, y no me refiero a la compañía que mi sombra me pudiera brindar, no… Allí habían más sombras, y por tanto, mas anclas que las mantenían presas… Más personas.
Podía escuchar a mi sombra hablar con las demás, aunque no entendí ni una palabra.
Con un gesto me pidió que la siguiera y me dirigió a través del largo e iluminado pasillo con muchísimas puertas a ambos lados de éste. Finalmente, se detuvo en frente de la entrada de uno de los camerinos, esperando, ansiosa, a que yo la abriera.
Podía oír la respiración de otras personas en el interior, cogí aire y, sin pensármelo dos veces, abrí la puerta que me conduciría hacia un nuevo camino, el camino de las sombras.

Nota del autor: Como habéis podido comprobar, el blog esta tomando una cronología de los hechos... Esto se debe a que ahora no solo pretendo mostraros lo que sucede en mi cabeza, sino que también quiero contaros una historia, con unos personajes y unas situaciones... Esto podría decirse que no es más que el "capítulo piloto" así que espero que os guste. Pronto traeré más. 

El camino de las sombras: Introducción

Sigo caminante en el sendero que parece interminable, por el que una vez partí y por el que nunca podre regresar.

Mi sombra me acompaña, pero no siempre. Se toma algunos descansos durante el día y descansa intermitente por la noche.
Sigue conmigo por obligación, pues no deja de ser sombra y no deja de estar atada a un cuerpo, un simbionte encadenado preso de mis pisadas, el tiempo, el espacio.
Y aunque pudiera liberarla, no lo haría; pues es mi única compañera en este solitario camino.

El viento viene de frente, golpeándome como si me quisiera detener, como si me estuviera pidiendo que me marche.

Pero, ¿Acaso no es este mi camino? ¿El que yo elegí? No hubo nadie para detenerme cuando decidí tomarlo, ni siquiera había un cartel indicando hacia donde me dirijo. 

Nota del autor: Llevaba ya mucho tiempo sin escribir y estoy algo oxidado... Espero que sirva de excusa ante este reducido texto. Antes de nada, he de dar las gracias a todas aquellas personas que aun hoy día siguen leyendo y seguían esperando una nueva entrada. Aquí la tenéis, una de las muchas que publicare este año.
Todo este tiempo sin escribir se ha debido a una falta de inspiración para ello, no tenia tiempo para dedicarlo a mi mismo, a estar a solas frente la pantalla del ordenador y el teclado con mis pensamientos.
No he vuelto, pues nunca me he ido y no tengo intención de hacerlo.
Lamento la tardanza, me volveréis a leer pronto, o eso espero.

martes, 16 de julio de 2013

Despertar en Invierno.

Tenía los ojos abiertos, me encontraba tumbado en la cama, la ventana estaba cerrada, estaba llena de escarcha, fuera de la casa debía hacer mucho frío. Podía ver algunos árboles sin hojas cubiertos de más escarcha. El cristal de la ventana parecía como si se fuese a romper, como si fuese una membrana tan débil como la de una hoja de papel. La poca luz que me permitía ver el interior de mi habitación era luz de madrugada que entraba con dificultad entre las nubes por la pequeña ventana de mi habitación.
La habitación no era muy grande, estaba la cama en la que yo me encontraba tumbado pegada a la pared al lado de la ventana. 
En frente de mí estaba el escritorio con un ordenador de sobremesa, el logotipo era una cabeza de Alien.
A mi izquierda estaba la puerta para salir, y justo al lado un armario cerrado.
Al lado de la cama había una estantería con algunos libros y mangas.
Pero había algo más en aquella habitación...
Bajé la vista y la vi a ella, usando mi pecho de almohada, parecía frágil. Estábamos desnudos a pesar del frío, ¿Qué acababa de pasar esta noche? Aún quedaba una botella de licor bajo la cama.
Ella era preciosa, su piel era bastante blanca. No tanto como la nieve, pero se le intentaba parecer. Y al pasar mis dedos por ella sentía lo fina que era. No había tocado una piel así nunca antes.
Su cabello era totalmente liso y de un color negro azabache.
Sus ojos que permanecían cerrados eran grandes, su nariz estaba perfectamente perfilada y sus labios me pedían a gritos que los mordiese. Pero no lo hacía, algo me mantenía paralizado, quizás era su belleza o quizás era que simplemente no quería que este momento acabase, quería permanecer todo el tiempo posible en esta situación, sólos ella y yo, abrazados y dándonos calor resguardados del frío invierno.

Pero entonces lo entendí, eso no era real. 
Abrí los ojos y desperté.